Cuba y el reto de renacer su turismo bajo condiciones desiguales
En el mapa turístico del Caribe, Cuba ocupa un lugar tan singular como complejo. No es solo una isla de playas, música y memoria: es un país que enfrenta un entramado de obstáculos económicos y políticos que van mucho más allá de la pandemia. Quien observe con atención descubrirá que su desafío no es únicamente atraer viajeros, sino sobrevivir dentro de un sistema global que le cierra las puertas incluso a sus propios esfuerzos de recuperación.
El principal muro es el bloqueo económico de Estados Unidos, que no solo restringe el viaje de sus ciudadanos —uno de los mercados más cercanos y lucrativos del hemisferio—, sino que sanciona a empresas, aerolíneas, cruceros y plataformas financieras que intenten operar con la isla. La presión llega incluso a terceros países: compañías europeas, canadienses o latinoamericanas desisten de invertir por miedo a represalias. Es un cerco invisible pero asfixiante, que se traduce en menos vuelos, menos opciones, menos divisas y menos oportunidades para millones de cubanos.
A esto se suman limitaciones bancarias y tecnológicas que en pleno siglo XXI parecen anacrónicas: los viajeros no pueden usar sus tarjetas internacionales, reservar desde plataformas globales ni acceder fácilmente a servicios digitales. El resultado es un turismo que debe competir con destinos vecinos —como República Dominicana o México— en una carrera donde uno de los participantes corre con las piernas atadas.
El impacto se siente también en el terreno: infraestructuras envejecidas, dificultades para renovar hoteles y servicios, y una dependencia cada vez mayor de mercados distantes y volátiles, como el europeo o el ruso. Y aun así, contra toda lógica, el turismo cubano sigue respirando. No por milagro, sino por resiliencia.
Porque lo que sostiene a Cuba no son los créditos ni los circuitos financieros: es la capacidad creativa de su pueblo, su cultura viva, su sentido de hospitalidad y la autenticidad que ningún resort prefabricado puede imitar.
Más que un destino: una causa compartida
Cuando muchos viajeros eligen Cuba, lo hacen movidos no solo por la belleza de su naturaleza o la calidez de su gente, sino por una simpatía profunda hacia una nación que ha aportado tanto al mundo en lo cultural, lo científico y lo humano. En tiempos difíciles, cada visitante, cada mirada curiosa, cada noche en una casa particular o un hotel local, es un acto de solidaridad y reconocimiento.
Porque más allá de los obstáculos, Cuba conserva su cultura, su gente y su luz. Y a veces, para sostener un sueño, basta con eso: con un grano de arena, con una presencia, con no mirar hacia otro lado.
